
La imponente Popayán se extiende de punta a punta buscando la historia, la otrora poderosa ciudad del reino de la Nueva Granada capital del Estado Soberano del Cauca, que nada tenía que envidiarle a Santa Fe de Bogotá ni a Cartagena de Indias, allí donde nació el sabio Francisco José de Caldas el cual a en su honor se nombra la plaza principal de la ciudad patoja.
Al pararse en el centro solo se extiende el blanco imponente en sus bellas edificaciones, en cada esquina una iglesia y los monumentos al héroe de Ayacucho, a los mártires de la independencia de Colombia que forjaron el país en el que vivimos hoy, Popayán está detenida en el tiempo, como si este no quisiera que tan bello patrimonio se perdiera entre edificios cancerosos de
oropel.
Y es que un tamal de Pipián, un chivo asado con piel en la Parrilla Argentina de afuera de la ciudad nos hace degustar la exquisitez de la gastronomía payanesa, por la que se distingue a nivel latinoamericano, un queso pera, una arepa de choclo con aguapanela, empanadas de Pipián, el Kumis del Patía son paradas obligadas en la carretera.
¡Oda a Popayán! Bello terruño ciudad blanca de corazón vibrante, pueblo de indígenas, españoles y negros, corazón de oro, cielo resplandeciente que se divisa hacia el morro de Tulcán donde la esfinge del libertador montando a su caballo Palomo nos indica que el Cauca grande lucho, lucha y luchara por la libertad de los pueblos.
Por: Andrés Felipe Gallego Muñoz
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